1 août 2006

 



El últimito y nos vamos...



En el último acto de su mandato Toledo tuvo una distracción de beodo. Después de echarse un discurso de despedida se olvidó de entregar la banda presidencial que portaba en el pecho. Cuando se lo advirtieron Toledo volvió avergonzado sobre sus pasos recibiendo mofas y carcajadas.


Toledo ha sido el único presidente que no ha ocultado su apego a la botella.

En estos cinco años, firmó decretos y destituciones, elaboró discursos y los declamó entre chorros de whisky y cubitos de hielo.


Beber ha sido parte del ejercicio de sus funciones de Estado. Un ejercicio ejecutado sin elegancia pero sí con persistente nobleza. Un vicio que él llevó hasta el límite del sacrificio. Como Alfonso Ugarte la bandera en el morro de Arica.

Ha dicho Toledo, a sus íntimos, que sólo borracho se puede gobernar un país como el Perú.

Pero, no nos rasguemos las vestiduras.

Los peruanos solemos arreglar en las cantinas los problemas nacionales y domésticos. Que al final de cuentas es lo mismo. Y eso fue lo que hizo Toledo desde el bar de Palacio.

Ha sido el suyo un gobierno inspirado por los efluvios del alcohol. Una borrachera fría y calculada, de camionero de Pasamayo maldito, de chofer de ómnibus interprovincial,
de conductor de precipicios y serpenteantes caminos.

País de extremos el nuestro.

Pasamos de un presidente abstemio pero ebrio de poder como Fujimori a otro que gobernó borracho. Curtidos estamos. Que nos echen encima una vez más al presidente litio.






Comments:
Buena llullasuncu, me gusto. Eduardo P.
 
Gracias, Eduardo P. y salud!
 
El borracho Toledo hizo mejores cosas que el loco-sobrio Alan o el ladrón-sobrio de Fujimori...
 
No se ofusque. Nadie dice lo contrario, amigo anónimo, y páseme la botella o las capsulas de litio.
 
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