14 novembre 2005

 
Desde el jardín



En un centro de detención de Santiago, un hombre de 67 años de edad lleva una dieta estricta de sopa de yuca y estofado de bacalao. Desde la angosta ventana de barrotes de su celda ve que la vida discurre sin su autorización.

Ya no puede ordenar que los pájaros vuelen ni rubricar tratados ni desfalcos. En esos días que parecen noches, ha visto, en un patio interior, un pedazo de jardín marchito. Ha solicitado, para no aburrirse, desempeñar labores de jardinero. Se lo han negado.

Podría, con lo astuto e ingeniero que es, hacer un hueco, un túnel, escapar y aparecer dentro de algunos años (no sabemos si antes o después de las elecciones del 2012) por un agujero en Jakarta o Sumatra.

A este ingeniero agrónomo, graduado en matemática pura y con ancestros campesinos, no se le puede dar ni un centímetro de ventaja. Se ha ordenado que un gendarme duerma en su celda. Si es posible, que consigne en qué número de ovejita empieza a soñar que alguna vez llegó a ser capaz de detener el vuelo de los pájaros y a rubricar tratados y desfalcos sin que le tiemble el pulso.







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